El Concepto

“Qué es la Empatía

…y qué no es”

“La audición que ocurre sólo en los oídos es una cosa. El escuchar del entendimiento es otra. Pero la escucha del espíritu no está limitada a una sola facultad, al oído o la mente. Por tanto demanda un vacío de todas las facultades. Y cuando las facultades están vacías, todo el ser escucha. Allí habrá, entonces, una atisbo de aquello que siempre está ahí frente a ti que nunca puede ser escuchado con los oídos o entendido por la mente.”

-Chuang-Tzu

La empatía es la práctica básica que me lleva a la compasión. Es finalmente bastante simple y también muy desafiante.

Cuando era un niño creciendo y durante la mayor parte de mi adultez, aprendí a escuchar con mi mente… A menudo con un propósito distinto de conectar con la persona con la que estaba. Mientras escuchaba a la gente, me enfocaba en el futuro… “¿Qué puedo responder?” o “¿Qué puedo pensar para reparar esto?”. Otras veces me iba al pasado: “¿A qué me recuerda esto?”.

Cuando pensaba estas cosas me distraía del momento, más desconectado y menos capaz de entender lo que la otra persona estaba experimentando. Entonces descubrí la empatía.

La empatía es la exploración de nuestra experiencia humana, nuestros sentimientos, nuestras necesidades… nuestra energía vital intentando emerger y guiarnos. Es nuestro interrogatorio consciente, es nuestro preguntarnos y la genuina curiosidad acerca de aquello por lo que nosotros o alguien más está pasando.

Esto puede sonar extraño, pero he atestiguado, una y otra vez, que esta búsqueda, este preguntarse, es de lo que está hecha la conexión en un plano más profundo y, a veces, es incluso la entrada a un espacio espiritual.

La habilidad de estar presente de esta manera nos desafía a muchos de nosotros, humanos del siglo 21 altamente entrenados en el pensamiento, en lugar de simplemente escuchar. Muchas veces estamos intentando ser empáticos (aún en situaciones en las que nos estamos sintiendo compasión), podemos llegar a decir cosas que no nos conectan con la otra persona tan bien cómo nos podría conectar la empatía.

Podríamos elegir tener formas no empáticas de comunicación como parte de nuestras vidas… y, por supuesto, muchas de ellas pueden servirnos maravillosamente. Sólo que estas formas no son empatía. Tienden a llenar el espacio, no tienden a abrirlo. Estar atentos a estas formas “no-empáticas” de comunicación puede ayudarnos a tomar la decisión de tener una conexión más profunda cuando la queramos.

Para ilustrar, abajo hay una cita… Algo que podríamos escuchar de un amigo, seguido de algunos ejemplos de respuestas habituales y “no-empáticas”, que pueden detenernos de avanzar hacia una conexión más profunda. Estas formas de comunicación no están “mal”. Sólo no son empatía. ¿Alguna de estas frases les resulta familiar?

“A veces simplemente odio mi trabajo. Mi jefe es un maniático del control.”

Comparando y One-Upping

“Sí, el mío también. MI jefe es el peor. Hace que ir al trabajo sea un infierno en vida. Me acuerdo que una vez…”

A veces, cuando la gente comparte lo que les pasa, nos recuerda de nuestra propia situación. Podemos, sin siquiera pensarlo, compartir esa experiencia. Entonces, piénsalo… ¿No acabamos de cambiar de tema? ¿Están diciéndonos esto para provocar que les contemos nuestra experiencia? Probablemente no.

Educar y aconsejar

“Oh, sí. Sé a lo que te refieres. Sabes, hay un libro que se llama Como Amar un Jefe que Apesta”… o “Sí, cuando mi jefe hace eso, he aprendido a…” o “¿Has intentado hablar con la cabeza del departamento?”.

Cuando escuchamos el dolor de alguien, podemos asumir que quieren que les digamos cómo lidiar con la situación. Y por supuesto, no nos gusta ver gente que nos importa sufriendo, queremos ayudarlos. ¿Estamos haciendo esto para saber qué está vivo en ellos o para reparar algo roto? ¿Esperamos que sigan nuestro consejo? Y si no lo hacen, ¿estamos bien con esa situación? ¿Estamos estando presentes para entender su experiencia? Probablemente no.

Mi amigo Marshall Rosenberg me dijo que él sólo daba consejos cuando se lo pedían por escrito y con copias por triplicado. Esto le ayudaba a estar más presente. Y por cierto, los consejos tenían un lugar en su vida… pero no eran empatía.

Rebajar la situación

“Eso no es nada. En esta economía, deberías estar agradecido de tener un trabajo”.

Podríamos tener una reacción estereotipada al intentar llevar la atención de la persona hacia otra cosa en un intento de “hacerlos sentir mejor”. ¿Puedes recordar alguna vez en la que hayas recibido este tipo de respuesta y hayas pensando “Oh, sí, eso es muy cierto. Gracias por recordármelo, gracias por eso.”? Yo no.

Reparando y aconsejando

“Ok, cálmate. No te preocupes, vamos a poder con esto. Se siente mal ahora, pero estoy seguro de que todo va a mejorar. Estas cosas tienen siempre terminan resolviéndose solas.”

Cuando escuchamos el dolor de otra persona podemos sentirnos incómodos nosotros mismos e intentar resolver la situación de alguna manera. Y si chequeamos con nosotros mismos ¿Esa reacción tiene que ver con las necesidades de quién?

Simpatizar

“Oh, pobrecito. Me hace sentir tan mal escuchar eso. Odio ese jefe tuyo.”

La simpatía (compartir una experiencia a partir de una situación imaginada) es muy diferente de la empatía. Implica responder a la persona que se ahoga tirándose al agua y ahogándose con ella. Sí puede hacerle saber al otro que entiendes lo que les está pasando. Tampoco es empatía.

Recolectar información e interrogar

“Entonces, dime exactamente, ¿Qué es lo que hizo? ¿Lo ha hecho antes? ¿Has notado un patrón aquí?”

Recolectar información es a menudo un precursor de aconsejar, el precalentamiento de reparar todo. Puede venir de un sentido de NUESTRA propia curiosidad o de nuestro propio malestar con su dolor. Puede que tengamos un interés genuino. No es empatía.

Explicar y defender

“Mira, siendo yo mismo jefe, sé que a veces simplemente tenemos que hacer sonar el látigo. Probablemente esté pasando por un momento muy estresante y no lo está haciendo a propósito. Es realmente difícil ser un jefe con toda esa responsabilidad encima.”

A veces nosotros podemos tener reacciones al dolor de otra persona. Esto puede ocurrir sobre todo en situaciones donde podemos ser “culpados” o “responsables”. En esos momentos, podemos preocuparnos más por nuestro lado de la historia… NUESTRA necesidad de ser comprendidos. Esto normalmente resulta en lo que llamo “Síndrome de Dos Transmisores, Ningún Receptor”. A veces lo llamamos “pelea” o “discusión”. Ciertamente no es empatía.

Analizar

“Entonces, ¿en qué otros aspectos de tu vida aparecen estas situaciones? ¿Has considerado que esto puede ser un patrón tuyo? Tal vez es por tu frustrada con tu padre.”

A veces estamos tan interesados en llegar “al fondo de las cosas” que nos olvidamos acerca de la superficie. Nuestras ansias por comprender, poner en orden y reparar nuestra incomodidad con el dolor de otra persona puede llevarnos a irnos a nuestro cerebro en busca de posibles respuestas. O tal vez tenemos que lidiar con nuestro propio dolor de esta manera. Sin ninguna duda, hay espacios en la vida en los que analizar es importante. Ciertamente, tampoco es empatía.

¿Y entonces? Tal vez empatía

Estoy seguro de que ninguno de nosotros nunca ha dicho nada similar a estos ejemplos (jejejeje *sonrisa irónica*). Ok, yo sé que yo lo he hecho y probablemente lo haga de nuevo. La diferencia ahora es que al tener consciencia de lo que estoy haciendo, tengo la opción de hacer algo diferente… Si quiero.

Puedo recordar momentos, antes de desarrollar mis habilidades empáticas y mi confianza en el poder de la empatía, cuando la experiencia de querer conectar y no saber cómo me dejaba frustrado, confundido y desconectado contra mi voluntad.

Aquí es cuando la empatía entra en juego. Al comienzo puede ser TAAAAAN difícil salirse de estas formas habituales de pensar o hablar. Nuestro “robot” entra a las patadas y nos aleja de dónde vamos, como siempre.

Ahora tenemos la posibilidad de añadir una nueva manera de ser a nuestras vidas… Una nueva habilidad para crear nuevos niveles de conexión… Empatía. Cambiar a este nuevo foco en los sentimientos y las necesidades es raramente fácil. Sé que para mí es el trabajo de una vida. Una que me ha dado algunos de los momentos más hermosos de mi vida.

Vendrán más cosas a medida que el Curso de Compasión Continúe…

En Práctica

“El auto, el garrote y el taxista”

Hace algunos años, mientras vivía en Manhattan, le presté a una amiga mi auto (, a station wagon) a una amiga que precisaba mudarse a su nuevo departamento. Acordamos que ella iba a devolverlo temprano esa tarde. Esa tarde yo me quedé esperando saber de ella. Esperé y esperé y esperé algo más. No había llamadas, no estaba el auto. Me quedé dormido esperando en el sillón.

A las 2:30 de la mañana me despierta una llamada telefónica. “Thom, acabo de terminar la mudanza y la verdad no tengo la energía de devolver el auto esta noche.”

Aún un poco dormido, pregunté: “¿Dónde lo dejaste?”.

Me informó que lo había estacionado en una calle en el distrito de empacadoras de carne… Con mis palos de golf a plena vista en el asiento trasero. Diez minutos después de un serio trabajo de auto-empatía (esta es una historia para otro momento), me encaminé a rescatar mi auto y mis preciados juguetes.

Salí estupefacto en medio de la cálida noche lluviosa. Después de un esfuerzo que pareció interminable, encontré un taxi. Me subí, le indiqué al taxista mi destino y emprendimos el camino, por el borde de la Isla de Manhattan, bajando hacia la Autopista West Side. Mientras avanzabamos por el Río Hudson, dejamos atrás el USS Intrepid, un antiguo barco de batalla que funciona como un museo flotante.

El taxista habló: “La última vez que ví ese barco, estaba en un puesto en Viet Nam”. Desde mi lugar en el asiento de atrás, sólo podía ver los ojos del conductor reflejados en el espejo retrovisor.

Hicimos contacto visual en la pálida luz gris.
Le respondí, “Eso debe recordarte muchas cosas”.

Después de una pausa, habló. “Sí, lo hace.”

Escuché el silencio que se hizo después. Más contacto visual, más espacio. Después de un tiempo volvió a hablar. “Cuando volvimos, todos nos odiaban”.

Estaba sentado en silencio, haciendo espacio mientras las ruedas golpeaban rítmicamente la autopista, sonando lejanamente como un latido de corazón. Espacio para su dolor, su necesidad de ser visto, de aprecio, de amor. Pude ver su dolor escurriéndose lentamente en sus miradas ocasionales.

Hablé. “Me imagino que debe haber sido muy duro, arriesgar tu vida así. Me imagino que hubiera hecho la diferencia haber tenido al menos un poco de aprecio por parte de los demás”.

“Sí… Sí, lo habría hecho.”

Aun viendo sólo sus ojos en el espejo, ví como se le llenaban de lágrimas lentamente. Continuamos el camino, sin decir una sola palabra mientras comenzábamos a pasar por las calles desoladas de nuestro destino.

Unos minutos más tarde llegamos. Pague el tarifa a través de la ventanilla en el vidrio… Y con compasión y conexión en mi corazón dije un simple “gracias”. Abrí la puerta y comencé a caminar. Desde atrás mío, escuché el sonido de la puerta del taxi abrirse. Cuando me di vuelta, ahí estaba mi nuevo amigo, con una mano estirada y una mirada de puro alivio en sus ojos, caminando hacia mí. “Gracias a ti”. Nos dimos la mano y cada uno siguió su camino.

Nunca me voy a olvidar ese viaje.

Práctica(s) de la semana

Práctica #1 –  Aumenta tu Consciencia – Fíjate si puedes encontrarte usando alguno de los métodos “no empáticos” mencionados, nuestras formas habituales de comunicación. Luego, cuando tengas algo de tiempo, fíjate si puede imaginarte cómo hubiera sido una respuesta empática. ¿Cómo se estaba sintiendo esa persona? ¿Qué estaba necesitando esa persona o esperando recibir, o ansiando experimentar? Cheque la lista de sentimientos y la lista de necesidades para la respuesta. Ahora imagínate lo que podrías decir.

Práctica #2 –  Juega al juego de Empatía/No-Empatía – Para hacer esta práctica, trabaja con un compañero en persona o en el teléfono.

Primero, escribe una frase, algo que podrías decir cuando quisieras un poco de empatía, como “Me siento muy estresado respecto a mis finanzas”. Pista: No elijas algo demasiado importante. Luego entenderás por qué.

Dile tu frase a tu compañero y trata de hacerlos responder en cualquiera de las formas “no – empáticas” mencionadas en el mensaje de esta semana. Esto podría ser algo como comparar: “Oh, ¿tú piensas que tus finanzas están mal? Yo estoy en quiebra desde…” o educar: “De la forma en que yo lo veo, hay una lección para ti en esto.” O minimizar: “Relájate, estarás bien”… O recolección de información: “Dime exactamente cuándo comenzó esto.”

Luego intenta decir la misma frase con tu compañero dándote una respuesta empática. Esto podría ser algo como “¿Te estás sintiendo asustado porque necesitas más paz mental?”.

Luego cambien roles para que ambos puedan recibir respuestas no empáticas y respuestas empáticas que “lleguen”. Te darás cuenta cuando las escuches.

Para esta práctica puede ser más fácil comenzar con la forma más básica de empatía: “¿Te estás sintiendo___________ (sentimiento de la lista de necesidades), porque necesitas más_________ (necesidad de la lista de necesidades)?.”